Los diarios de Emilio Renzi (V)

abril 03, 2017


Una ciudad es un mapa personal, la ciudad dentro de la ciudad que un individuo frecuenta. Nuestras pisadas convierten las huellas de ese mapa en trazos. Nos guiamos en la ciudad por señales y coordenadas y sitios de encuentro y sitios de reposo, de retozo, lugares de trabajo. Sobre todo, por la gente que nos incluye en su mapa a su vez. Los espacios del segundo volumen del diario de Piglia son los espacios domésticos. La casas donde vivió con Julia, la casa donde se refugió después del cateo militar. El apartamento que alquiló a los colegas que eligieron el exilio (donde tuvo que poner abogados para que no lo expulsaran) y las casas de las mujeres con las que se acuesta entre 1969 y 1975. Los espacios públicos que frecuenta son las librerías (alrededor del eje Corrientes), el bar La Paz donde se encuentra y discute con colegas, la sala de redacción de la revista Los Libros y las editoriales donde recogía el material para leer o traducir. El Tigre, un balneario en el delta al que va para tomar el sol y a calmarse con el fluir del río. La casa de su padre en La Plata que pone en venta de garaje mientras ve a los amigos del difunto recordando cómo era y llevándose del ahogado el sombrero. La casa de su madre, en Mar del Plata, donde está el archivo de su abuelo. Piglia sostenía que Adán Buenosaires de Marechal era la novela fundamental de la ciudad. Un monumento al vagabundeo y una exploración del habla como el Ulisses de Joyce a Dublín. Le gustaba de esa novela el ritmo de las calles, los mundos superpuestos y los personajes secretos. Decía que Marechal había comprendido de Joyce a definir marcadamente el tiempo y el lugar de la historia. El trayecto de la ciudad y la transformación de los héroes por el ritmo de la ciudad condicionaban que el destino de la ciudad cifrara el destino de las personas. Si la ciudad fija el ámbito de los acontecimientos marcada por la época, podría estar muy bien perfilada en un breve fragmento de un día de vida en la historia general de la ciudad. Si un escenario marca el destino de millones de habitantes, entonces la ciudad y su tiempo es la protagonista real de las historias de personajes que deambulan por ella. Como Bajo el volcán, como el Ulisses, como Adán, que narran un solo día de la vida de un héroe al ritmo de una ciudad. El diario de Piglia, sin embargo, narra cada día de vida de una juventud en una ciudad como Buenos Aires en los años setentas del siglo pasado. En uno de esos días, Piglia registra esto: “Ayer bajé del ómnibus a la madrugada, muerto de cansancio por las dos noches perdidas y sin dormir en los viajes. Frente al zoológico, por Libertador en la mañana clara, sensación de irrealidad, un aire de pesadilla o de sueño premonitorio, porque de pronto aparecen tres autos (Falcon verdes) sin patente, con hombres de civil que exhiben metralletas y hacen sonar la sirena. En la quietud de la mañana, la represión clandestina y el horror emergen como fantasmas. Lo peor es la sensación de normalidad, nadie parece ver nada, los coches militares, camuflados, andan por la ciudad sembrando el terror y parece que nadie los ve.” Al día siguiente, domingo 6, pone: “Hermoso día, imprevista visita de Iris, siempre divertida y seductora”. Se refiere por supuesto al cielo azul de Buenos Aires con el sol sonriente de la bandera blanquiceleste. Se refiere a que hay dos tiempos. Uno donde ocurre la vida. Y otro donde ocurre la vida política. Uno donde ocurre la historia personal. Otro donde ocurre la historia colectiva. Cuando las dos cosas se encuentran, entonces hay un shock. La ciudad de Buenos Aires del diario de Renzi es el escenario de la caza de brujas: “Los intelectuales empiezan a fugarse en masa. ¿Y yo qué pienso hacer? No estoy en la primera fila, soy poco conocido y casi invisible, aunque eso no asegura nada. El peligro puede venir por estar asociado en una libreta de direcciones de alguien que ha sido perseguido, encarcelado o muerto”.

Hoy conferencia de Keren en Proantioquia. La veo en streaming. Lógicas de violencia horizontal (Redes de violencia doméstica) en la Macarena, Colombia. Esas redes (lógicas) parecen iguales en todas las guerras civiles. El polvorín de Sarajevo y los Balcanes también fue un ajuste de cuentas. Gente que se cobraba la vaca, que grita Cójanlo, que lincha, que delata, que aumenta la cadena de los chismes mortales, que se cobra las deudas para las que no hay mediación en un contexto de guerra, de armas a la mano, de poderes sin justicia: la belleza de los demás, el polvo que no le dieron, la infidelidad, la falta de recursos. Al delatar, al denunciar, al chismear, se apropian de lo que otro deja. El expolio y el despojo es el botín. Cuando la humanidad llegue a los 14.000.000.000 millones la violencia saldrá toda de esas lógicas: gente matándose por móviles hechizos en busca de recursos limitados. El problema será de espacio. El Hambre señalada por Caparrós es la otra lógica. Y el alto costo de los derechos, porque cuestan. ¿Cuánto estás dispuesto a pagar para que no te violen, para que no te masacren? La muerte por hambre se debe a que no tienes cómo pagar por tus derechos. Nadie dice que el sistema falla porque se basa solo en Economía. Todos multiplican el sofisma: es la corrupción.

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